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El observador sensible

Entrevista a Verónica Cerna

Publicado: 2019-04-13

Por: Melissa Torres


Fotógrafa peruana. Comunicadora audiovisual por la Universidad de Lima con un posgrado en fotografía en The International Center of Photography de Nueva York, estudios de retrato y vídeo experimental en Buenos Aires. Co-fundadora de BAF. Ganadora del International Photography Awards y The Photo Phore. Ha expuesto en Argentina, «Cuerpos al vacío» en La Casona Iluminada; y en el Perú, «De la maleabilidad al deseo» en Espacio La Sala, «Con(tacto)» en Foreplay y «Retrato de un hombre invisible» en la última edición de Art Lima.


¿En qué momento surge la idea de hacer uso del cuerpo como elemento conector de tu discurso visual en cada uno de los proyectos? ¿Cómo se complementa tu formación en vídeo y fotografía?

Desde que tenía quince años me interesé por retratar el cuerpo. No sabía de fotografía pero tenía una cámara automática. Una vez, una foto de desnudo me salió movida por error, la imagen se reveló como si se tratase de un fantasma, entonces me obsesioné con la idea de retratar el cuerpo en el transcurso del tiempo. A partir de ese momento tuve claro que me quería dedicar a crear imágenes. 

En el caso del vídeo y la fotografía, siempre vi a ambos como el mismo medio, con la diferencia del tiempo. Pienso que mis fotos son el still de una película, y que mis vídeos son las fotos que no pudieron frenar del todo al tiempo.

¿Influye el hecho de ser mujer en la manera en la que has construido los conceptos de tus imágenes? ¿De qué forma?
Para mí no existe lo femenino sin explorar también lo masculino y el puente que los une. En un inicio he estado muy enfocada en entender mi cuerpo como mujer y del juego de tanto querer ser vista como de tener la paranoia de ser observada cuando no quiero serlo. De querer tener el control y también saber perderlo. En el proyecto «De la maleabilidad al deseo», exploré la flexibilidad de percibir el género como algo maleable, un impulso honesto de ser y actuar más allá de la estructura social tan rígida que tenemos. El género es una constante construcción y destrucción que continúo explorando.
Además del interés por temas relacionados a la ciencias sociales ¿Qué otras disciplinas alimentan tus proyectos? Por ejemplo, haces mención del libro «La invención de la soledad» de Paul Auster como base literaria de tu investigación para «Retrato de un hombre invisible» ¿Qué otras fuentes han repercutido en tu obra a lo largo de estos años? 
Mis principales referencias son pictóricas, en especial la obra del estadounidense Edward Hooper y el irlandés Francis Bacon. En cuanto a libros, creo que los que más me han influenciado son «Mil mesetas» de Deleuze y Guatarri, «La lógica del sentido» de Deleuze, «Cuerpos que importan» de Judith Butler y «Saturday Night Thriller» de Giuseppe Campuzano.
¿Por qué el proceso de observación es tan importante dentro y fuera de tu obra? ¿En qué radica el interés de enfatizar el sentido de la vista?
Me interesa la mirada y la información que procesa. Todos necesitamos observar y ser observados para definirnos y validarnos. Indago en el peso que tiene la mirada del otro, en cuanto necesitamos de una audiencia para sentir que existimos, un claro ejemplo de ello son las redes sociales donde el nivel de actuación y necesidad de validación se hace mucho más evidente. En mi obra, una serie de autorretratos en los que exploré la sensación de sentirme observada, me permití jugar con la idea de convertir estos espacios íntimos en puestas en escena casi teatrales.
¿Consideras que estos cuestionamientos modifican el uso e interacción de tus redes sociales?
Espero. Me lo cuestiono mucho pero a veces sí tengo ganas de pertenecer al mundo virtual en el que mi círculo cercano anda conectado... es algo así como «Subo una historia, luego existo». No sigo a personas que no conozca o admire, y me cuido mucho de seleccionar el contenido que voy a consumir a través de estas, intento que sea siempre inspirador. Secretamente, desconfío de las personas que tienen una adicción a las redes sociales y a figurar en estas. Creo que es, finalmente, una manera de escapar de uno mismo.
En relación a los proyectos ¿Cómo seleccionas las locaciones que conforman el entorno de tu obra? ¿Forman parte del azar o se seleccionan como parte de una investigación que concatena otros puntos de la historia que en ellas se cuenta?
Usualmente busco lugares desolados, alejados. Me interesa que el cuerpo interactúe en un escenario natural, al que parece que pertenece y que no. Aprovecho mis viajes para la búsqueda y selección de ambientes pero, usualmente, no tienen ninguna relación con memorias mías.
Sobre el cierre del trabajo ¿Cómo determinas el punto final de una producción artística? ¿Quién o qué lo dicta? ¿Qué proyectos demandan un mayor trabajo?

Depende mucho. Usualmente me obsesiono con un tema en particular y lo persigo hasta terminarlo. Para mí, una serie finaliza cuando siento que empiezo a repetirme a través de una fórmula, o al sentirme muy cómoda. 

«Retrato de un hombre invisible» es una serie que vengo avanzando desde el 2013, en paralelo con otros trabajos, y no siento que esté cerca a terminar. Creo que es una búsqueda que va a tomar mucho más tiempo, por lo mismo que aún queda mucho que explorar.

«De la maleabilidad al deseo» es el proyecto que más tiempo y energía me ha tomado por dos razones: la primera, generar un ambiente íntimo con las personas que retrataba; y la segunda, encontrar la estética que quería.

Por último ¿Qué temas formarán parte tu próxima serie?
Desde hace un tiempo he empezado a trabajar en una serie más documental sobre parejas, relaciones y vínculos afectivos en esta época. Está en proceso.

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