Fotografía de portada: Gian Franco Vera Oblitas
Alberto Montoro (Lima, 1962). Realizó estudios de Artes Plásticas en la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú (1983-1989), especializándose en pintura mediante la experimentación con diversas técnicas, así como la creación de proyectos a partir del retrato y la abstracción. Su obra destaca por el uso de una paleta de colores primarios y la combinación de distintas técnicas. Ha participado en 21 exposiciones colectivas a nivel nacional y en una muestra internacional en Sevilla en 2022. Actualmente, expone su primera individual Abstracto trascendente en la Galería Martín Yépez del centro histórico de Lima hasta el 20 de mayo.
- Durante su paso por la ENSABAP, ¿qué momentos fueron decisivos en su formación como artista plástico?
- Ciertamente, haciendo una retrospectiva de mis años como estudiante, fueron momentos los que definieron mi práctica artística. Uno de ellos fue formar parte del taller de marcado abstraccionismo de Andrés Molina Aquino dentro de una escuela de manifiesto conservadurismo, si la comparamos a las de la Pontificia Universidad Católica o Corriente Alterna. Otro momento fue la crisis interna de la década de los ochenta en el país.
- ¿Cómo describiría el desarrollo de su producción en más de treinta años de trabajo?
- Una incesante búsqueda. Esa sería la frase que lo grafique. Precisamente, la idea de lo desestructurado y la necesidad de encontrar un diálogo para entendernos marca un derrotero en mi búsqueda, donde lo originario y lo occidental se concilian; la periferia y el centro se encuentran; y donde lo popular y lo elitista del arte presentan más convergencias que diferencias. El tiempo, al final, va decantando.
- Entre lo figurativo y lo abstracto, ¿cuáles considera que son las ventajas o limitaciones de cada una?
- Son escuelas distintas, no creo que ninguna tenga ventaja respecto a la otra. Un buen ejemplo para entender las diferencias y convergencias entre lo abstracto y figurativo es una composición musical que conecta con la parte sensorial del ser humano. La letra sería lo figurativo, lo racional. Ambas van dirigidas a áreas específicas de nuestro cerebro. Sin embargo, la ausencia de una no significa que no compartan una misma historia o motivo, es la respuesta la que hace la diferencia.
- ¿Qué temas son recurrentes en su obra? Describa brevemente el porqué de su elección.
- Mi temática se alimenta de las contradicciones, de la cosmovisión andina y la occidental, de la urbe y la ciudad, de lo ancestral y lo moderno, de la élite y lo popular. A partir de allí inicio un diálogo y elaboro una suerte de cartografías del alma de un país que aún culpa a la Conquista y no acaba por reconocerse.
- Acerca del mercado del arte y el interés del público, ¿ha presenciado un cambio importante desde su participación en la década de los ochenta?
- En lo que respecta al mercado del arte, la oferta sigue siendo mayor que la demanda. Esto tiene su correlato en que somos una sociedad muy heterogénea en términos económicos y culturales, y el acceso para todo tipo de públicos aún es insuficiente. En los últimos años, han incrementado los visitantes en las galerías, museos y teatros, y también hay quienes demandan estos espacios en sus zonas. Eso es positivo, ver que no solo quieren ser testigos, sino agentes de un arte que los catapulte e identifique.
- A pocos días de finalizar su muestra inaugural, ¿qué reflexión alcanza con respecto a esta primera individual? ¿Cuáles son los próximos proyectos en los que participará? ¿Dónde podemos seguir su trabajo?
- Una frase que me sirve como reflexión es «voy despacio porque tengo prisa». Lo importante es no perder nuestro objetivo y ser consecuentes con nuestro discurso. Los proyectos que vienen serán más específicos y temáticos, y pueden saber más acerca de estos a través de mi cuenta @artemontoro en Instagram. Ahora, si desean visitar mi taller, pueden hacerlo previa coordinación.